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lunes, 9 de marzo de 2020

Así será imposible

Pobres argumentos futbolísticos de un Espanyol que fue incapaz de demostrar lo mucho que necesita ganar ante un Osasuna más ambicioso que se impuso con un gol de penalti tras haber perdonado mucho             Una de cal y otra de arena. Cuando hay ‘poco’ que perder, como ante el Atlético, inyección de moral y puntazo, pero cuando no se puede fallar, como en El Sadar, nervios, imprecisiones, errores absurdos y nuevo batacazo. El problema es que esta no fue una derrota cualquiera. Esta llevaba con sigo una buena condena. Unas cuantas piedras más para meter en una mochila que cada vez pesa más en un camino que, a su vez, cada vez coge más pendiente. Nada está de cara. Todo son complicaciones. Tenía el Espanyol que reivindicarse, demostrar que quería salir de abajo, que no merece estar ahí, pero lamentablemente no lo hizo. No con la vehemencia e intención que se presuponen cuando uno está en una situación tan achuchada como la actual.

El Sadar, que contó con la presencia de 215 pericos, albergó un duelo que arrancó de forma eléctrica. Con mucha intensidad y una tempranera intentona de Aridane, que cabeceó alto a la salida de un córner. Empezó Osasuna con ganas de meterle mano rápido al Espanyol, que le tocaba replegarse y poner los cinco sentidos. De inicio los de Abelardo no tuvieron otra opción que resistir. Poco le duraba el balón, su rival no le dejaba pensar. Tampoco respirar. No le gustaba a Abelardo lo que veía. Trataban de salir los blanquiazules a toda costa y en el 11’ Embarba buscó la sorpresa con un disparo lejano que salió alto. Parecía que poco a poco se iban templando los pericos, iban bajando las pulsaciones del choque, se igualaba la contienda y Wu Lei al cuarto de hora remataba fuera un potente centro de Víctor Sánchez. El primer erreón rojillo parecía que había amainado. Empezaba a salir tímidamente el sol.

Las pérdidas fueron una constante en ambas escuadras. El juego era tosco e interrumpido. Poco fluido. Y en medio de todo ello en el 18’ R.D.T. y su hambre goleadora hicieron acto de presencia. Regalo local, control y remate fuerte y seco que obligaba a Rubén Martínez a emplearse a fondo. El disparo iba con muy mal intención, pegadísimo al palo. 
Cuando Osasuna abría la banda, especialmente por el lado de Javi López, y apretaba el acelerador, el Espanyol sufría. Aunque la primera mitad fue una buena demostración de que de los errores se aprende. Y es que además de saber sufrir y competir como tocaba, el cuadro espanyolista supo minimizar errores evitando perder balones en zona de inicio, salían en largo, y la zaga, tantas veces señalada, daba un paso al frente. Cabrera la lideraba y le daba aliento en un duelo a cara de perro.
Superada la media hora de juego Osasuna pidió penalti por manos de Javi López dentro del área. Por suerte el colegiado, que había optado por dar permisividad y no sacar las tarjetas a pasear, estaba cerca y vió que fue de rebote. El juego iba a rachas, pero eran los locales los que mostraban signos de querer ir a por el partido. Como en el 38’, cuando Diego López fue providencial blocando el envenenado pase de Rubén García hacia Brasanac.

Tenía que hacer algo más el cuadro de Abelardo si quería lograr algo positivo. Y R.D.T, que apenas tuvo contacto con el esférico, igual que hombres como Darder, que se vieron anulados, cabeceó fuera un centro de Embarba. Y la primera mitad acabó con un lejano envío de Oier y con un justo 0-0, pero insuficiente para los intereses de un Espanyol que fue creciendo tímidamente, aunque no lo suficiente. Cuando vas último hay que demostrarlo saliendo con el cuchillo entre los dientes, yendo a cada choque y balón dividido como si fuera el último.                                                                                                         Vuelta desgraciada

Necesitaba algo más el equipo y el míster optó por dar entrada a un bregador. A un delantero como Calleri para aprovechar mejor el juego largo y pelearse con todos arriba. Pero la segunda mitad pareció empezar como la primera, con Osasuna amenazando y obligando a Diego López a volar para evitar males mayores. Brasanac le puso a prueba y el meta perico respondió. Y con el susto todavía en el cuerpo, De Burgos Bengoetxea señaló penalti por manos de Víctor Sánchez dentro del área, un penalti de lo más absurdo, pero condenatorio. Roberto Torres no falló desde el punto de castigo, y, para más inri, con una lanzamiento a lo Panenka. Menudo mazazo.
Al filo de la hora de juego empezó a romperse el duelo con un intercambio de golpes. En el 58 buena jugada trenzada del Espanyol que terminó en nada y con Embarba pidiendo penalti. Y acto seguido, de nuevo, providencial Diego López, que vio amarilla en una protesta fruto de la frustración, hasta en dos ocasiones, para evitar males mayores. Le daba vida a su equipo y Darder en el 61’ se inventó un impresionante tiro que Rubén sacó volando. Y él mismo poco después lanzó un centro chut que salió desviado. Pero para desviado el remate de Enric Gallego con todo a su favor. Volvían los locales a perdonarle la vida a un Espanyol cada vez más moribundo. Se iba salvando el Espanyol más por demérito rival que mérito suyo. Ya que si tienes pocas ocasiones y encima te falta sangre e idea para materializarlas, la hazaña se convierte en utopía en un partido de ida y vuelta desde el gol.
Y por si el culebrón no era ya suficientemente dramático y enrevesado, Diego López, con los tres cambios ya hechos, cogió el balón al límite del área, vio la segunda amarilla y a la calle. A remar con 10 en los minutos finales y con Cabrera bajo palos. ¿Le podía pasar algo más al cuadro perico? Desgraciadamaente, se volvió a cumplir esa máxima que dice que si algo puede salir mal, lo hará. La idea era coger aire en la visita a El Sadar, pero la realidad es que el equipo salió embarrado, angustiado y con malas sensaciones. Recordando, y mucho, a esa visita en 2009, cuando el guion era prácticamente calcado al actual. Esperemos que el desenlace también lo sea. Porque esto pinta bastante mal.

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